Primer amor
“Constante adoro a quien mi amor maltrata;maltrato a quien mi amor busca constante.”
- Sor Juana Inés de la Cruz
Cada vez que he visto a mis sobrinos llorar, y a mis hermanas asistir sus llantos quedo impresionado al constatar sus poderes adivinatorios. Me sucede lo mismo cuando veo a cualquier bebé haciendo lo mismo, y a su madre acudir al llamado; veo amor, amor del bueno. Solo una madre atenta de su hijo sabe cuando el llanto es por hambre, por sueño, por aire, por mala postura, por dolor, por enfermedad o porque necesita cambio de pañal.
Más curioso, parece que el bebé supiera, ya que se establece un vínculo amoroso cargado con llantos en diferentes tonos y decibelios, al tiempo que la madre responde adecuadamente a cada uno de estos distinguiendo sin error el significado de cada uno. Entonces el bebé asocia a nivel pre verbal y celular : -“Mi mamá me ama, mi mamá me adivina”. Esta gracia que tienen las madres de adivinar las necesidades de sus hijos con tan escasas referencias puede convertirse en una desgracia sobre el terreno amoroso para ese mismo bebé cuando se convierte en adulto.
Muchas veces lo he practicado y otras tantas lo he escuchado:
-“Es que si me quisiera, no tendría que decirle las cosas. Si de veras le importara nuestra relación, necesariamente tendría que saber lo que necesito”.
Sin embargo cabe preguntarse:
¿Qué tiene que ver el amor que una persona me profese con sus prácticas adivinatorias?,
o más aún, en ocasiones han tratado de adivinarme y al percibirlo he salido con mi amarga e ingrata respuesta de: -Si no sabes y quieres saber algo de mí, ¡pregúntame!, o ¿es que lo quieres más complicado?. Si en obediencia a tal instrucción la persona me hace una preguntas con amorosa intención, técnicamente suelo reprochar al estilo de Arjona: “Quítate el complejo de teniente que el amor sin libertad dura lo que un estornudo.”, que ya en mis palabras sonaría algo más o menos como: -“Ya pareces la PGR, nomás te falta el agua mineral para el interrogatorio”. Así de ácidos han sido algunos de mis comentarios.
Por experiencia propia lo sé: soy una persona complicada en el terreno amoroso, y como lo sé, asumo que si quiero o necesito algo y no lo pido, no estoy en condiciones de reclamarlo. De igual manera, si algo no me parece, no me gusta, no me agrada, no me place y me quedo callado al respecto, no me puedo dar el lujo de esperar a que las cosas cambien en automático. Es menester que exprese puntualmente mis gustos y preferencias. Han sido necesarias muchas cicatrices emocionales para llegar a este aprendizaje:
Pide lo que quieres y necesites, expresa de igual manera lo que estas dispuesto a aceptar en tu vida, de otra manera el otro esta en su completa libertad de cumplir o no con las expectativas ya que en últimas hay que comunicar de manera formal y oficial la posición y disposición con respecto a la relación, las cosas y la vida misma, en tanto que la otra persona puede decidir responder de cualquier manera a mis planteamientos.
Así de sencillo. Si no me lo recuerdo así, termino armando histerias, e historias en mi cabeza, compuestas de supuestos incompletos bordados con mi propia imaginación. Como moraleja: en cuanto tu hijo empiece a hablar, enséñale a expresar sus querencias y displicencias; que reciba uno que otro “no” y así aprenderá a que los demás no están obligados a darle gusto en todo ya que un poco de frustración cotidiana puede ser terapéutica, e incluso, reveladora.
Con Dios y contigo:
yosoy@gnozin.com