Extremos cercanos
“¿Qué es lo bueno de lo malo?: que se acaba, ¿qué es lo malo de lo bueno?: que se acaba.”
- Dr. Hilario Recio Sánchez -
(colega y amigo mío)
¡Vaya silogismo que nos arma Hilario con su sencillo juego de palabras!. Claro, corto, breve, directo, concreto, fino, elegante y sobre todo, muy cierto. Creo que así son las grandes verdades: claras y transparentes, como los riachuelos de las altas montañas que son cristalinos porque carecen de profundidad. He llegado a pensar que para decir una gran verdad no es necesario ser rimbombante, sin embargo para ello se requiere claridad de pensamiento.
Es una lástima que este último requiera de sensibilidad y honestidad. Sensibilidad para percibir las cosas como son y no como nos gustaría que fueran, y honestidad para llamarles por su propio nombre. Hasta donde yo sé, siempre me ha resultado más costoso en todos los planos (económico, mental, emocional, social y en tiempo) no ver las cosas como son, aunque caiga con frecuencia en la tentación de auto engañarme.
Algo así como lo dice el dicho: “el flojo trabaja doble” no obstante, los flojos nunca faltan; así también disfunciono yo; pudiendo asumir la vida tal cual se me presenta y llamarle a las cosas por su nombre, tiendo como el río al océano, a platicarme las eventualidades de una manera mas amable que como realmente son. Y no sé si es cobardía enmascarada de optimismo o simple ingenuidad infantil arropada con pureza de intención, lo que sí sé es que me gobierna una necesidad de “pasarla bien y sin problemas”, que rebasa todas mis demás capacidades e inteligencia. Es tanto mi optimismo que he llegado a pensar que lo voy a superar y podré apreciar en cada cosa “lo bueno de lo malo y lo malo de lo bueno” sin perder el brillo en mi mirada ni la fascinación que tengo por la vida. Pienso que cada cosa en la vida, para estar completa, necesita tener lo bueno y lo malo en sí misma. Creo que todo tiene su lado positivo y negativo, su masculino y femenino, su claro y su oscuro, su ying y su yang. La totalidad no se logra sin la integración de todos sus aspectos. La moneda tiene dos caras al igual que un palo tiene dos puntas. Las veinticuatro horas del día no se acabalan sin sus correspondientes lapsos de luz y oscuridad. Gracias al contraste de las polaridades podemos percibir cada cosa como lo que es.
En nuestras diferencias se enriquece nuestra individualidad, en el fondo nuestra naturaleza humana contiene todos los aspectos del ser humano. De alguna manera, todos somos iguales, pues dentro de mí habitan todas mis edades: el bebé, el niño, el joven, el adulto, el maduro, el anciano y puntos intermedios.
Dentro de mí existen la bondad y la maldad, la alegría y la tristeza, el entusiasmo y la angustia, la promesa y la decepción. Soy capaz de vivir y de experimentarlo todo. En la medida que asumo la totalidad de todos estos aspectos seré más completo y estaré en mejores condiciones de integrarme. Negar alguno de ellos es negarle la integridad a mi existencia. Prefiero vivir y morir como un ser completo que como una persona simplemente buena. Puedo ser tanto dócil como rebelde y crear relaciones tóxicas como saludables. Puedo condenar y también perdonar. He ahí el libre albedrío que Dios me dio, y pudiendo experimentarlo todo elijo mi mejor opción según la situación. Por eso creo que en el centro de mi bondad existe algo de maldad, así como en el corazón de mi maldad también palpitan latidos de bondad. De manera que la próxima vez que te aplaudas por tus capacidades, procura también recordar que en ti existen tus correspondientes limitaciones.